Nuevo virus ataca 75.000 computadores en el mundo:
Es muy peligroso ese virus, toca tener cuidado.
miércoles, 10 de marzo de 2010
Mi Libro Favorito La Princesa y La Alverja
Erase un Príncipe que quería casarse con una princesa, pero que fuera de veras una Princesa. Recorrió el mundo entero en busca de una, pero siempre había algo que les faltaba. Princesas había muchas, pero en cuanto a si eran o no verdaderamente princesas resultaba cosa muy difícil de averiguar. Nunca estaban todos los detalles completos. Por último el Príncipe se volvió a su país, muy triste, porque necesitaba mucho una verdadera Princesa.
Cierta tarde estalló una tormenta horrible, de truenos y relámpagos, y lluvia desatada en torrentes. Era en realidad una noche espantosa.
En mitad de la tormenta llamó alguien a las puertas de la ciudad, y el viejo Rey acudió en persona a abrirla.
Quien estaba afuera era una princesa, pero en estado deplorable por la lluvia y el viento. El agua le corría por los cabellos y las ropas, hasta los zapatos, y se derramaba de éstos por los talones, pero ella decía que era una verdadera princesa.
"Pronto sabremos si es verdad" -pensó la anciana Reina, pero no dijo nada. Se fue a su dormitorio; quitó todas las ropas de la cama y colocó sobre la armadura una arveja. Luego tomó veinte colchones y los apiló sobre la arveja; y encima colocó veinte acolchados de plumas. En lo alto de todo aquello dispuso que durmiera la princesa esa noche.
Por la mañana, la Reina le preguntó:
-¿Has dormido bien?
-¡Oh, terriblemente mal! -respondió la princesa-. Apenas pude pegar los ojos en toda la noche. Sólo Dios sabe lo qué había en esa cama. Me parecía estar acostada sobre algo muy duro, y amanecí con toda la espalda negra y azul. ¡Fue algo espantoso!
Y todos supieron en seguida que aquélla tenía que ser una verdadera princesa para sentir la arveja a través de veinte colchones y veinte acolchados de plumas. Nadie sino una auténtica princesa podría tener la piel tan delicada.
Y el Príncipe la tomó por esposa, seguro ya de que se trataba de una legítima Princesa.
Cierta tarde estalló una tormenta horrible, de truenos y relámpagos, y lluvia desatada en torrentes. Era en realidad una noche espantosa.
En mitad de la tormenta llamó alguien a las puertas de la ciudad, y el viejo Rey acudió en persona a abrirla.
Quien estaba afuera era una princesa, pero en estado deplorable por la lluvia y el viento. El agua le corría por los cabellos y las ropas, hasta los zapatos, y se derramaba de éstos por los talones, pero ella decía que era una verdadera princesa.
"Pronto sabremos si es verdad" -pensó la anciana Reina, pero no dijo nada. Se fue a su dormitorio; quitó todas las ropas de la cama y colocó sobre la armadura una arveja. Luego tomó veinte colchones y los apiló sobre la arveja; y encima colocó veinte acolchados de plumas. En lo alto de todo aquello dispuso que durmiera la princesa esa noche.
Por la mañana, la Reina le preguntó:
-¿Has dormido bien?
-¡Oh, terriblemente mal! -respondió la princesa-. Apenas pude pegar los ojos en toda la noche. Sólo Dios sabe lo qué había en esa cama. Me parecía estar acostada sobre algo muy duro, y amanecí con toda la espalda negra y azul. ¡Fue algo espantoso!
Y todos supieron en seguida que aquélla tenía que ser una verdadera princesa para sentir la arveja a través de veinte colchones y veinte acolchados de plumas. Nadie sino una auténtica princesa podría tener la piel tan delicada.
Y el Príncipe la tomó por esposa, seguro ya de que se trataba de una legítima Princesa.
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